lunes, 4 de mayo de 2015

LLEGAN LOS JAPONESES PRECIOSISTAS MONO



No falta nada para que el cuarteto nipón Mono recale en el País Vasco en el marco de la gira europea de presentación de sus álbumes ‘The Last Dawn’ y ‘Rays of Darkness’. Dos trabajos que se parecen tanto entre sí como el Yin y el Yang en los que no escatiman en esa vertiente puramente dramática cercana a las bandas sonoras que les ha dado fama mundial dentro del post rock.

No hay que subestimar la capacidad de estos inigualables músicos para crear atmósferas que casi podrían mover a las lágrimas ni su gusto por ese minimalismo particular que consiste en lograr la máxima emoción con la menor cantidad de notas posible. Fieles al habitual uso del delay en su género, las guitarras de Goto y Yoda se bastan ellas solas para alcanzar una amplia paleta de colores que va desde lo más oscuro a la luminosidad más radiante.

Giras sin fin
Formados en 1999, estos japoneses preciosistas tienen en su catálogo ocho discos en los que cubren el rock experimental, shoegaze, noise o la música clásica. Destacan asimismo sus intensos directos y su dinamismo en escena, de hecho, se pasaron sus tres primeros años de existencia girando sin descanso por Asia, Europa y América.

En su cita del próximo viernes vendrán acompañados de la violonchelista y compositora Helen Money, alias de Alison Chesley, cofundadora del grupo de rock alternativo Verbow y que cuenta ya con tres trabajos en solitario. Una artista con personalidad única que a buen seguro se compenetrará a la perfección con los protagonistas de la velada.


MONO + HELEN MONEY
Viernes 8 Mayo 20:30h Sonora, Erandio 15€/18€
Anticipada: Kulturalive.com

Más información:






DOCTOR DESEO, AUDIENCE & MOBY DICK vs LEONARD COHEN: UN VALS INTERRUMPIDO



Kafe Antzokia, Bilbao


Hay una conocida anécdota que cuenta que apareció publicado en un periódico en la sección de contactos el anuncio de una mujer que solicitaba “un hombre con la mente de Leonard Cohen y el cuerpo de Iggy Pop”. Ante la prometedora posibilidad de meterla en caliente, el bardo canadiense no dudó en convencer a su amigo Iggy para que contestara a la dama y le dijera que ambos estarían encantados de satisfacer todas sus necesidades. Al final, Leonard consiguió quedar con ella, pero tras largas horas de conversación profunda y trascendental, era evidente que la susodicha únicamente estaba interesada en las facultades intelectuales del rapsoda.

Valga esta historieta para ilustrar la fascinación que siempre ha ejercido en el sector femenino el autor de “Hallelujah”, hasta el punto de que algunos lo consideran un consumado mojabragas. Basta escuchar el inmenso “A Thousand Kisses Deep” para derretirse por completo, independientemente del género de cada cual. Esa voz grave con poso que se clava en el alma y transforma la música en una experiencia casi mística, una conexión con un estado mental superior.

MobyDick.
Tal vez por ese motivo, el Antzoki registró un llenazo hasta la bandera en el homenaje que el ciclo Izar & Star dedicó a Leonard Cohen para cerrar una temporada que nos ha granjeado unas cuantas alegrías y esperemos que vuelva con fuerza en unos pocos meses. Un respetable variopinto se juntó para la ocasión, desde los habituales señores mayores a los que les gusta sentarse hasta jovenzuelos alocados y una chica con sombrero que se recluyó en un rincón.

El proyecto de Eneko Burzako en formato acústico MobyDick se encargó de romper el hielo con su rollo intimista y a veces cercano al outlaw country de escupir al suelo. Alternaron temas propios con el motivo central de la velada, y en este aspecto niquelada les quedó la versión de “The Partisan”, el himno de la Resistencia francesa contra los nazis. Muchos hasta empezaron a aullar en señal de aprobación. Con semejante cantante de voz rasgada no era para menos. Soberbio.

Audience con Francis de Doctor Deseo.
 En un palo completamente diferente, Audience llevaron con solvencia el cancionero del bardo a terrenos en principio antagónicos, caso del “So Long, Marianne”, muy coral y con un violín que casi parecía Mumford & Sons. Aportaron el toque elegante con esas luces que colgaban de los micros a modo de velas y su “Dance Me To The End of Love” con teclado a lo Beatles y voz deudora de Nick Cave fue magistral. Y reincidiendo en las tinieblas, “First We Take Manhattan” se transformó en una especie de blues fantasmagórico donde únicamente faltó una bailarina con serpiente enroscada.

Pero su bolo quizás resultó lo más versátil de la velada, pues pasaban de un plumazo de la profunda oscuridad al country pastoril de “Hey, That’s No Way To Say Goodbye”. Y el colofón se alcanzó con el “Hallelujah”, interpretado junto a Francis de Doctor Deseo vestido como un señor y el deslumbrante vocalista de MobyDick, acompañados además por una chica con pintas de cabaretera. Como era de esperar, las gargantas se desataron por completo, y si me dicen que aquello era una iglesia del Bronx, me lo creo.

Un muñeco recordó la figura de Leonard Cohen.
Echando un vistazo al paisanaje estaba claro que el grueso de los asistentes vendrían más por Doctor Deseo, que hacían esa noche una excepción a su año sabático, que por el legado del inmortal cantautor. Tal vez conscientes de ello, Francis y compañía enfocaron su repertorio a las circunstancias de la cita, adaptando, por ejemplo, el emblemático “Suzanne” al castellano, con tal solvencia que se asemejaba a un tema más de sus discos, un personaje que se podría codear con “Alicia”, la pequeña “María” o incluso “La Chica del Batzoki”.

La versión de “Take This Waltz” tampoco desentonaba, con ese aire cercano a “Que Amanece de Nuevo”, que precisamente tocaron a continuación para no dejar de dar vueltas. Era obvio que no cabría esperar demasiado desmelene, pero muy intensa resultó “¡Cuánto Frío Hace en Saturno!”, con Francis diciendo “confía en ti” casi a cada asistente, incluido un tipo emocionado que lanzaba besos desde una esquina del escenario, a punto de invadirlo, literalmente.

La corista cabaretera.
Su “Corazón de Tango” fue recibido con indisimulado entusiasmo, mientras su carismático frontman se apoyaba con clase en uno de los bafles. La hemos escuchado ya tantas veces que lo cierto es que nos raya un poco, aunque hemos de admitir que el tramo final con la corista cabaretera cantando fue antológico.

Todo el mundo esperaba con ansia los bises para finiquitar el evento con la dignidad debida, pero los históricos bilbaínos nunca volvieron. Un par de piezas más y habrían quedado como señores. Justo es decir que el acto ya se había prolongado durante unas dos horas y media, aunque la mayoría daba por sentado un recital de Doctor Deseo menos escueto, habida cuenta de que sus conciertos nunca suelen ser cortos.

Fue como un vals interrumpido en el que la persona que lleva el ritmo se marcha de repente y ahí te quedas descompuesto, con la duda de si regresará a los cinco minutos o no lo hará nunca. Una suerte de despedida a la francesa. ¡Au Revoir!

TEXTO: ALFREDO VILLAESCUSA
FOTOS: MARINA ROUAN