viernes, 30 de septiembre de 2016

THE LIVING DEADS: LLENAZO PUNKABILLY



La Nube, Bilbao

La música debería estar en los garitos, no en grandes pabellones ni en polígonos industriales. Ese es el estado natural de las cosas, la esencia de la que surgió todo hace la tira de años. En el principio estaban los bares y luego lo demás. De un tugurio humeante de Asbury Park surgió por ejemplo Bruce Springsteen y a partir de ahí inició una meteórica carrera que le impediría en un futuro tocar en recintos tan reducidos. Otros, por contra, prefieren no perder el contacto con el populacho y cada cierto tiempo descienden de las alturas, como el bluesman Joe Bonamassa, que reserva una parte del año para shows más intimistas alejados de los escenarios descomunales.

Pero consolidar un lugar como punto de encuentro requiere suma pericia y una conjunción de factores que a menudo dependen del puro azar. Es lo que sucede con La Nube, epicentro de la movida en el barrio bilbaíno de Santutxu que sigue apostando por el circuito underground y trayendo grupos que de otra manera ni se acercarían por estos lares.

 Ya habían visitado el Satélite T hace no demasiado los norteamericanos The Living Deads y ya montaron entonces un buen fiestón que muchos seguro que todavía recuerdan. Es evidente que los combos de psychobilly y derivados tienen un tirón indiscutible entre el sector femenino, lo cual siempre se agradece, ya está bien de granjas de nabos, pero lo que no llegamos a imaginar es que agotarían el aforo con todo el papel vendido y creando una olla a presión en la que la motivación estaba puesta de antemano.

En un ambiente tan cargado de humanidad se presentaron los nativos de Colorado The Living Deads en formato dúo, nada que ver con su visita precedente en la que contaron con una banda en condiciones. Tal vez aquello encajara más dadas las dimensiones limitadas del garito, aunque en nuestra opinión se tornó una decisión equivocada que podría haber transformado un bolo correcto en uno memorable.

Con la elegante y sensual Symphony comandando la nave con su contrabajo y la batería allá en lontananza, la trillada sintonía de ‘El Bueno, el Feo y el Malo’ sirvió de introducción y muchos ya empezaron a acordarse de los Ramones, que también la utilizaron en su mítico ‘Loco Live’. Las referencias a los neoyorquinos fueron, de hecho, una constante durante el recital, quizás hasta el exceso, solo les faltó desenterrar a Joey y Johnny.

Los primeros contoneos femeninos llegaron con “Hot Stick” y en la reciente “No More Sparkle In Your Eyes” rememoraron a su manera el “Be My Baby” de The Ronettes por los toques de batería, algo que también emplearon The Jesus & Mary Chain en su celebérrimo comienzo de “Just Like Honey”. Esos tonos dulzones reminiscentes del pop chicle de los sesenta también recordaban por supuesto a Joey Ramone, por lo que la emoción estuvo a flor de piel.


Pisaron el acelerador punkarra con “Robot Kids” y enlazaron con la impepinable “Beat On The Brat” de los recurrentes Ramones, el arma perfecta para animar cualquier guateque. Su humilde hit “Everything Is Broke (But Our Love)” encendió asimismo los ánimos, en especial en su acelerada final, y en el “The Way I Walk” popularizado por The Cramps se apuntaron otro tanto por su oportunidad, aunque lo cierto es que abusaron un poco del cancionero ajeno.

No esperábamos desde luego el “Astro Zombies” de The Misfits, otra de esas piedras angulares que a modo de poción mágica animan cualquier garito que se precie. Y ahí se definieron como una banda “punkabilly”, aunque con los homenajes que se estaban marcando sobraba por completo la aclaración. El otro flanco lo cubrieron con el “Oh, Boy!” de Sonny West, una elección demasiado estándar, casi de Primero de Rockabilly. Si había por ahí algún purista, se rasgaría las vestiduras con razón.

El batería, que tocaba a la manera de Slim Phantom, tomó la voz cantante en “Barrell Full Of Monkeys” y emuló el aire macarril de Dee Dee Ramone. La verdad es que se les notó un poco más parados que la vez anterior, pese a que Symphony mantuvo intacto su aire sensual y no se atrevió a reproducir aquella mítica estampa en la vitoriana sala Helldorado donde se quedó en ropa interior con su contrabajo. ¡Oh! 

 La frenética “Shit Men Say To Symphony” sirvió para añadir leña al contoneo de las féminas y en “Jackson” del inmortal Johnny Cash tomaron el relevo los más tradicionalistas. Ya se empezaban a echar de menos a los Ramones y por ahí apareció otra de las infalibles, “The KKK Took My Baby Away”, para cantar hasta desgañitarse.

Se pusieron serios al hablar del “gran problema” de su país, esto es, la proliferación de armas, aunque también habría que añadir esa cierta incontinencia de los maderos yanquis al apretar el gatillo, porque casualmente a los negros nunca se les suele disparar el arma, si es que la llevan. En fin, que este alegato antibelicista les valió para presentar “Got A Gun”.

Habían estado correctos y el personal reclamó los preceptivos bises. Symphony en un castellano de marcado acento guiri preguntó si queríamos otra y alguno con cierta coña dijo: “¡Pero que no sea una versión!”. Se habían pasado un poco con el tema, sí, pero condescendieron con piezas rockabillies para mover vestiditos, a la par que el baterista reivindicaba el punk como “rock n’ roll con otro nombre”. Habría que discutirlo, pero bueno.

Como hemos dicho, en su anterior visita se lo curraron más, aunque eso no quita para que ofrecieran un recital muy digno, entretenido y que para una noche de sábado cumple de sobra. Lo que fue histórico sin paliativos fue el llenazo punkabilly en La Nube. Quizás se perdió algo de inocencia.

TEXTO: ALFREDO VILLAESCUSA
FOTOS: MARINA ROUAN





jueves, 29 de septiembre de 2016

DAVID MARKS & THE A-PHONICS: UN BEACH BOY PERDIDO



Kafe Antzokia, Bilbao

Hay gente que sabe rentabilizar al máximo su tiempo. Puede que tampoco sean de los que hacen mil y un cosas en un instante, pero disponen de la suficiente capacidad para que los minutos empleados no caigan en saco roto y gracias a ese esfuerzo puedan vivir cómodamente una larga temporada. Estirarse bien en un momento concreto y no volver a moverse casi en lo que resta de vida.

Algo similar le ha sucedido a David Marks con The Beach Boys, pues formó parte de la mítica banda durante su primera época, un año escaso que le cundió bastante hasta el punto de grabar sus referencias indispensables ‘Surfin’ Safari’, ‘Surfin’ USA’ y ‘Surfer Girl’ y luego décadas después participar en la gira de cincuenta aniversario del grupo. Desde luego amortizó a tope la compañía de Brian Wilson y los demás.


Todos los días uno no tiene la oportunidad de ver a uno de estos supervivientes de la playa, por lo que no esperábamos ni remotamente que una leyenda de semejante calibre apenas congregara a unas 60 personas. Quizás influyera el hecho de que su periplo peninsular incluyera bastantes fechas, entre ellas las tres capitales vascas y hasta las fiestas populares de Reinosa. Venía acompañado además del dicharachero Fernando Pardo (Corizonas, Sex Museum), cabeza visible de The A-Phonics, encargados de dar la réplica surfera al maestro Marks.

No puede decirse por tanto que hubiera un ambientazo tremendo para recibir a David Marks, que apostó fuerte desde el inicio con un “Surfin’ Safari” en el que se reveló un más que aceptable estado vocal. Los coros tampoco desentonaban demasiado, tal vez el aspecto más complicado de cumplir en las distancias cortas a la hora de abordar el catálogo de los chicos playeros.

David Marks con su escudero Fernando Pardo.
 Pero no se trató de un fusilamiento inmisericorde a himnos encumbrados, sino  que se rescataron asimismo piezas de The Marksmen, combo de surf rock instrumental creado tras su tumultuosa marcha de The Beach Boys en la que hubo hasta puñetazos. Por ahí sonaron “Kustom Car Show” o ese “Food Fair” que el propio Marks confesó haber escrito con “14 o 15 años”, aparte de otras versiones que Wilson y compañía solían hacer en la época, caso del “Louie, Louie” de The Kingsmen.

Los punteos a las guitarras crecían por momentos, legando momentos impecables en las instrumentales surferas tipo “Stoked” o en ese “409” del debut de los Beach Boys, en la que Fernando Pardo exhibió posturitas de estrella del rock. “Little Deuce Coupe”, otro de los clásicos primerizos, no resultó tan coral y viró más hacia el rock n’ roll tradicional antes de que Marks y sus “afónicos” se perdieran en otra de sus instrumentales surferas, quizás abusaran un tanto de este recurso que al principio otorgaba cierto aire entre himnos y al final se tornó cansino por su excesiva repetición.

Los A-Phonics, acompañantes de altura.
 “Me encanta el sonido de los Beach Boys”, confesó Marks en un momento dado. No hacía falta jurarlo, porque anda que no ha rentabilizado su breve estancia entre ellos, tuvo suerte de que en esa época pillara ese ritmo endiablado de tres o cuatro discos por año. A ver quién se atrevería a algo semejante hoy en día.

“Echa fuego David Marks”, así espoleaba un contenido Pardo a su compi momentáneo de filas, consciente de que no era la ocasión para largos monólogos, sino que lo suyo era ceder todo el protagonismo a la leyenda de la velada, sin injerencias de ningún tipo.

El sonido guitarrero daba gloria escucharlo, pese a que a veces pecaran de excesivo clasicismo, caso de su versión del “Summertime Blues” de Cochran, otro de esos homenajes que solían tributar en sus inicios. Y en “Let’s Dance” o “Do You Wanna Dance?” uno percibió también cierta falta de garra, era imposible no acordarse de la manera frenética en que interpretaban ambos temas los Ramones, con eso en mente, casi parecían tocadas a cámara lenta.  


Habían caído unas cuantas piedras angulares de la historia del rock, pero el personal tampoco andaba muy entusiasmado, algo que cambió de repente con el inevitable “Barbara Ann”, que Fernando bautizó como “Bárbara Rey”, y otra de las ineludibles, “Surfin’ USA”, que no desentonó en absoluto, aunque no llegó a la categoría de memorable.

Ante semejante subidón, la peña pidió más bises, pero no estaban por la labor, ya habían cumplido, pese a que el set list colocado en el suelo indicara lo contrario. Esto es una de las leyes inmutables de los bolos, cuando el respetable solicita otro tema, hay que atender las peticiones, es el equivalente a cortar una oreja en el mundo taurino. Y no atender tal muestra de afecto es quedar muy mal.

Salvando este pequeño inconveniente, lo cierto es que moló contemplar a escasos metros a este Beach Boy perdido en la inmensidad del surf instrumental, aunque unas cuantas piezas de este tipo ya se podría haber ahorrado. Por lo menos pillamos un leve bronceado.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA
                                                           

miércoles, 28 de septiembre de 2016

DEATH IN JUNE LLEGAN A LA PENÍNSULA ACOMPAÑADOS DE SPIRITUAL FRONT



Presentar a estas alturas a Douglas Pearce debería estar fuera de lugar. Hablamos de un personaje que es casi un género en sí mismo desde que allá por 1977 iniciara su trayectoria artística de la mano de la banda punk Crisis. Un primer contacto con el mundillo musical que le sirvió para entablar amistad con Tony Wakeford y formar así Death In June, el proyecto por el que sería recordado en la historia de la música.

Fundadores de toda una escena neofolk que pivotaba a su alrededor con grupos como Sol Invictus o Current 93, Death In June han transitado desde el post punk influenciado por Joy Division hasta la electrónica o el folk apocalíptico cargado de un fuerte simbolismo, con especial querencia por la Segunda Guerra Mundial o el esoterismo. Esta fascinación por la destrucción y algunas letras ambiguas les han granjeado cierta fama de neonazis, de hecho, su disco ‘Rose Clouds of Holocaust’ lleva prohibido en Alemania desde 2005.

En otra ocasión, las autoridades decidieron suspender sus actuaciones en Bélgica al vincular las runas y la calavera de las SS “Totenkopf” que utiliza el grupo con la extrema derecha. De nada sirvió que el alcalde de Waregem, localidad en la que tocaron en una gira anterior, insistiera que en su actuación no se había registrado ningún incidente y que por su estética el público pertenecía a la comunidad gótica y no se trataba de violentos cabezas rapadas.

 Basta leer las entrevistas al propio Pearce para despejar de un plumazo cualquier atisbo de polémica en las que reconoce abiertamente su homosexualidad o fijarse en la bandera del arco iris que suele aparecer en un lugar destacado de su página web.

Pop nihilista
Death In June tocarán en la madrileña sala Changó el próximo 2 de octubre acompañados de los italianos Spiritual Front, que comparten un similar espíritu nihilista, aunque su paleta estilística va desde el cabaret o el swing hasta el neofolk o la fascinación por Ennio Morricone o Pier Paolo Pasolini.

Ya visitaron antes la capital en la Semana Gótica de Madrid hace un par de años y su emocionante concierto todavía se recuerda. No podrían haber elegido unos teloneros mejores. Una oportunidad única de ver a las dos bandas más grandes en su estilo.

Recordamos los detalles del evento:

DEATH IN JUNE + SPIRITUAL FRONT
MADRID 2 OCTUBRE SALA CHANGÓ LIVE
PUERTAS 19:30 / 22€ ANTICIPADA Y 25€ EN TAQUILLA.
VENTA FÍSICA EN ESCRIDISCOS, LA INTEGRAL, DISKPOL, RARA AVIS STORE , TICKETEA.


martes, 27 de septiembre de 2016

BLEIB MODERN + WHISPERING SONS + POISON POINT: LOS MODERNOS Y LOS DISCÍPULOS DE MANSON



Sala Wurlitzer Room, Madrid

Emma Cline en su reciente libro ‘Las Chicas’ rescata uno de esos sucesos macabros que sigue sobrecogiendo décadas después: las matanzas perpetradas por Charles Manson y su tribu de púberes féminas que entre otras víctimas incluyeron a Sharon Tate, esposa del célebre director Roman Polanski. Un crimen que rompió de una vez por todas la supuesta armonía de la comunidad hippie y acrecentó esa brecha existente entre la adolescencia y el resto de la humanidad en general, tema recurrente por excelencia en la literatura con ‘El guardián entre el centeno’ como cima artística.

En la música también son frecuentes los grupos formados por adolescentes o por adultos jóvenes que han dejado la edad del pavo hace nada y siempre ha prevalecido cierta mística al respecto. Los ejemplos son innumerables en diversos estilos, ni siquiera propuestas a priori tan underground como el post punk o el dark wave se han librado de ese culto a la savia nueva que parece dominar la mayoría de los ámbitos de la sociedad actual.

Whispering Sons en pleno trance.
 A pesar de los agoreros que vienen diciendo cada dos por tres que la escena gótica está muerta y no tiene futuro, lo cierto es que no cesan de surgir prometedores combos europeos que demuestran la permanente vigencia de un movimiento y que incluso géneros tan introspectivos como el cold wave no están ni mucho menos amortizados, pese a su apariencia minoritaria. Algo que seguramente intuían desde la discográfica Tensión Ritual al montar una interesante tripleta de bandas que podrían despuntar en un futuro cercano, capacidad no les faltaba.

Acudieron a la cita los habituales del gotiquerío madrileño, esos con el suficiente criterio para mirar más allá de los tres o cuatro nombres de siempre. Había por ahí algunos cruzados que desde sus sesiones intentan ventilar un panorama al que desde luego hace falta aire fresco. Una media entrada tampoco es que sea para lanzar cohetes, aunque acostumbrados a bolos de ese rollo por el norte de apenas veinte personas, aquello nos pareció toda una multitud, dadas las circunstancias, además era domingo.

Poison Point, minimalistas y opresivos.
 Abrieron la sesión los jovenzuelos Poison Point, originados en un inicio como proyecto unipersonal, aunque desde el pasado agosto mutaron en formato dúo. Pese a que algunos los consideraron un tanto monótonos, a un servidor le engatusaron sus sintetizadores envolventes, el preceptivo bajo en la estela de Joy Division y esos efectos de voz de ultratumba que inducían al trance. Probablemente se trató de la propuesta más movida de la noche y eso unido a la fantasmagórica atmósfera que crearon con su derroche de niebla por doquier ya les ganaba el aprobado más que de sobra. El futuro del dark wave contemporáneo está en las parejas.

Pero sin duda los que merecerían tener un porvenir más que brillante son Whispering Sons, que funden de una sentada el respeto a los clásicos con el potente pulso de la actualidad al remitir tanto a los eternos Siouxsie & The Banshees como a su versión moderna Savages, o a Editors, si pensamos en el espectro indie. Unas buenas vibraciones que ya se perciben en estudio al escuchar auténticos temazos del calibre de “Wall” o “Shadow”, que sientan las coordenadas por las que debería moverse la escena oscura hoy en día.

Su vocalista podría ser una discípula de Charles Manson.
 A una carta de presentación previa inmejorable, se unió una apabullante actitud a las tablas que dejaba para el arrastre a gran parte de las bandas del rollo. Con una vocalista andrógina que a ratos parecía una discípula de Charles Manson, conquistaron al respetable por su sinceridad alejada de postureos, sus atmósferas sobrecogedoras que ponían pelos de punta y esa pose atormentada de tintes proféticos que recordaba a Nick Cave, otro de los grandes. ¿Qué más se puede pedir?

Cosecharon salvas de aplausos al final en un in crescendo apoteósico y si en breve no pasan a tocar en recintos mayores, definitivamente, viviríamos en un mundo la mar de injusto. Algunos asistentes calificaron su bolo como de lo mejor del año, opinión que un servidor comparte al completo. Los que no se animaron por puro desconocimiento u otras razones, que sepan que se perdieron a una de las mayores promesas del género. De cátedra.

Ante los restantes de la tríada, los alemanes Bleib Modern, muchos se planteaban sacar la mantita por su poso relajado, pero sorprendieron con un sonido inapelable a cargo de tres guitarras que casi escondía debajo de la alfombra todo lo escuchado anteriormente de ellos. 

Bleib Modern sorprendieron por su apabullante sonido guitarrero.
 Su palo cold wave, con cierto regusto ochentero francés en la línea de Asylum Party o Norma Loy, tampoco admite demasiadas innovaciones, aunque cuando ves a una banda echando el resto, ya pueden hasta tocar sardanas, que el resultado va a ser positivo. Porque puede que “If Love Is Just A World” no sea lo que se dice un fiestón y uno jamás se la pondría un sábado para entonarse, pero cuando se disponen de las agallas necesarias, lo demás viene por sí solo.

Las féminas coparon la primera fila y observaron con atención hipnótica el devenir de estos germanos orgánicos que en directo no recurren a sintetizadores ni ningún tipo de sonidos artificiales, y vaya si se notaba. A años luz se situaron por ejemplo de los debutantes de la velada Poison Point y evocaron en ocasiones el ruido ensordecedor de los primeros The Jesus & Mary Chain, a la par que jugueteaban con acoples que insuflaban carácter opresivo al ambiente.


En este sentido, épica fue su estampa final con todos de espaldas al público mirando hacia la batería mientras salía humo de debajo de sus pies. Dada la sobriedad de la velada, no esperábamos bises ni por un asomo, pero condescendieron con “Hate Abuses Me”, otra tonadilla desesperada en la que se hacía inevitable no acordarse de la voz profunda de Tom Smith de Editors. Aquella noche rompieron los esquemas a unos cuantos, mejor de lo esperado.

Suponemos que su nombre, que traducido literalmente significa “permanece moderno”, responde a alguna especie de coña que se nos escapa, aunque la verdad es que han sabido adaptar como nadie el vetusto legado cold wave al siglo XXI. Entre ellos y los pubescentes discípulos de Charles Manson hay porvenir en la escena gótica para rato.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA