miércoles, 6 de diciembre de 2017

BULLET PROOF LOVERS: AMANTES INFATIGABLES



Satélite T, Bilbao

Hay determinados géneros musicales que pueden cumplir todos los deseos en un momento determinado. Desde apelar al bidón de gasolina cuando uno se siente cabreado con el mundo hasta teñir un arcoíris de colores imposibles en plena sobredosis de buenrollismo. Es lo que sucede con el llamado power pop, que aúna la tralla e inmediatez del punk con las pegadizas melodías chicle inspiradas por los Beatles y que albergan tal cascada de buenos sentimientos a granel que no entendemos cómo las inscripciones a ONGs no aumentan escandalosamente tras acudir a bolos de este rollo.

Si existe un orfebre meticuloso contemporáneo en este sentido ese sería el guiri de Portland (EE UU) afincado en Madrid desde hace ya casi un lustro Kurt Baker, al que muchos consideran “el príncipe del power pop”, en contraposición con el rey absoluto Paul Collins de The Beat. Y es que cualquiera que haya escuchado sus discos conoce de sobra el gusto descomunal de este hombre por esos estribillos perfectos y memorables que no se te salen de la cabeza en meses. 


Un verdadero diamante en bruto que puede alcanzar una categoría desorbitante si además se rodea por experimentados músicos de Nuevo Catecismo Católico o Discípulos de Dionisos, parte fundamental de la incendiaria escena guipuzcoana proveniente de los estudios Buenavista. Esta extraordinaria coalición de talentos se llama Bullet Proof Lovers y podríamos afirmar sin reparos que se trata de una de nuestras bandas preferidas actuales, pues en sus bolos despliegan un nivel inmenso y sus dos discos editados hasta la fecha los llevamos quemando vuelta y vuelta desde hace ya un tiempo considerable.

Íbamos por tanto más que predispuestos a gozar de una noche enérgica a reventar, de esas de quedarse en el sitio y preguntarse qué es lo que ha estado haciendo uno toda su vida hasta llegar a esa revelación. Bregados ya por estos lares, con otras actuaciones épicas en el mismo Satélite T, no era de extrañar que se alcanzara una afluencia más que digna, aunque un grupazo de su envergadura debería petar los garitos hasta reventar.


Marcando el territorio desde el comienzo, Bullet Proof Lovers dejaron las cosas claras con la declaración de principios “It’ll Be Allright” antes de pisar el acelerador en “Ain’t No Joke”, donde sobrevuela la sombra de The Hellacopters, quizás gracias a la contundente base rítmica, espolvoreando por ahí coros a lo Kiss y punteos de los que podrían salir hasta chispas. El primer gancho de quedarse noqueado fue esa composición impecable llamada “Breaking Down” que uno se podría pasar cantando hasta el fin de los tiempos. No habría respiro con otro golpe a la mandíbula, “Heart Of Stone”, todo un alarde de autosuficiencia sentimental en el que se nota la influencia escandinava, y además se levantaron mástiles, como debe ser. En este aspecto habría que destacar a Juan de Discípulos de Dionisos, que estuvo descontrolado cual miura a la guitarra, aunque lo cierto es que no recordamos ningún bolo suyo en el que no se dejara algo más que la piel. Inmenso.

Kurt Baker sigue siendo un grande en lo suyo, con esa voz impecable que es una gozada escuchar en directo y que se ensambla sin aspavientos en ese torrente de electricidad que montan cada vez que se suben a un escenario. Habían pillado ya carrerilla y ni de coña aflojarían con “Take It Or Leave It”, muy en la onda también de la primera época enmascarada de Paul Stanley y compañía y con riffs de esos que sacudían el espinazo. Sin apenas hablar, excepto por algún chascarrillo que soltaba Juan o el bajista por aquello de romper el hielo, continuaban dando cera de la buena con la apabullante “Can’t Let Go”, ideal para el directo y hasta para cualquier noche de farra. Al que después de semejante pepinazo no le apetezca quedarse por ahí hasta las tantas, que se lo haga mirar.


La espectacular versión de Shrapnel “Master Of My Destiny” siempre constituye uno de los puntos álgidos de sus shows, un hecho acrecentado además por la manera en que bordan los coros. Y el single de su último lanzamiento “I Am My Radio” desató movimientos descontrolados en las primeras filas que no cesaron con “Not Your Toy” o “Drive It Outta Control”, más temazos con agallas a mansalva, pero sin perder ese gusto por la melodía tan característico de Kurt Baker.

Y tras la recomendación del bajista de no salir nunca de “nuestro círculo de confort”, los puños se elevaron para “Nothing I Can’t Do”, adrenalina sonora que no dispensan en cualquier lado. La cosa estaba animada abajo y el voceras Kurt no dudó en unirse al personal mientras sus compis encima del escenario elevaban los mástiles a modo de ofrendas a los dioses de la electricidad. La bestia Juan no tardó en sumarse a la peña en un momento épico en el que se acabó gritando “Long Live Rock N’ Roll”. Brutal.


Los bises andaban ya garantizados y no defraudaron en absoluto con otro homenaje a Cerebros Exprimidos, “banda favorita de todos los tiempos” del bajista, según afirmaron. Y en esa tónica de rebuscar en el cancionero ajeno no desentonaba el “Yeah Yeah Yeah” de The Vibrators, que cumplió su cometido de que la sala acabara transformada en una fiesta de alto copete. Lo cierto es que pensamos que ellos tienen temas mucho mejores que ambas versiones, pero tampoco era cuestión de quejarse.

Otro bolazo memorable de esta superbanda que se añade a su probada solvencia en las distancias cortas. Cualquier fan del rock n’ roll, punk, power pop o música con mayúsculas que no los haya visto todavía, mejor que cambie de vida o que subsane el error de inmediato. Unos amantes infatigables. Directos al corazón.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA



viernes, 10 de noviembre de 2017

HARAKIRI FOR THE SKY: CADA UNO DE UNA MADRE



Sala Groove, Portugalete (Bizkaia)

Determinadas empresas son a fondo perdido. Estamos muy acostumbrados a realizar cosas solo si existe un beneficio económico o de cualquier otro tipo de por medio. Es lo suyo en una sociedad mercantilista en la que eso de hacer algo por amor al arte suena a poco menos que a chaladuras de bohemios, hippies o parias sociales. La dictadura del materialismo contemporáneo no deja resquicio a soñadores a los que no les importa jugarse los cuartos por una buena causa, mártires de la cultura que si hubiera justicia merecerían una estatua por su contribución al noble acto de pensar por uno mismo.

Lo cierto es que no resulta demasiado sencillo vender tanto a medios como a personal de infantería géneros tan sibaritas como el post black, algo completamente marciano para los que no salen de los tres o cuatro grupos de siempre, y por el contrario, se antoja pura tralla burra para los delicados oídos hipster cuya pretendida pose anticomercial es más postureo que otra cosa. Acudiendo a los bolos es donde se ve verdaderamente quién es auténtico y quién no y las escenas por las que apuesta cada uno, que al margen de los gustos de cada cual, todas son igual de respetables.


Con un cartel jugoso, pero sin grandes nombres que pudieran funcionar a modo de gancho, esperábamos un hostiazo sin paliativos en términos de asistencia. Pero a veces el napalm puede esperar y que eventos de este tipo logren una afluencia más que respetable demuestra que quizás quede por ahí una brizna de esperanza para la gente con criterio. Y ya si encima el ambiente no se trata de una inapelable granja de nabos e incluso se ven chicas por ahí deberían realizarse de inmediato las reverencias pertinentes.

Abrieron la sesión los catalanes Perennial Isolation con un black metal más tradicional, pero con algún destello experimental. El cantante se presentó con voz amenazante y parecía que se pasarían de aguerridos, aunque al final se tornaran muy entretenidos. Repasaron discos como ‘Epiphanies of the Orphaned Light’ con “Above The Essence” y pese a que su rollo tampoco nos matara, hay que reconocer que sudaron la camiseta y no nos aburrimos en ningún momento. Decentes.

Perennial Isolation, tradicionales y modernos.
Lo que tal vez se convirtió en lo mejor de la noche fueron los sorprendentes Boneflower, que ejecutaban ese post hardcore tan en boga a lo Viva Belgrado, pero en un formato mucho más bruto y sin apenas concesiones a la relajación. Sus pintas de playeros engañaron en un primer lugar, pues en cuanto sonó un acorde comenzaron a agitarse violentamente cual presas de un ataque epiléptico, mira que hemos visto a grupos moverse en el escenario, pero como lo de aquella noche casi nada.

Poseen agallas y actitud para regalar y las composiciones están muy a la altura con pasajes evocadores a lo Toundra impresionantes. “¡Sois muy majos!”, les gritaban desde la concurrencia y pensamos que si utilizaran la lengua de Cervantes ganarían en profundidad, a la par que introducirían otro matiz original, ya que no existen apenas referencias en ese plan. Con todo, acabaron reivindicando la música “underground” y desgañitándose y botando tanto como para ponerles una camisa de fuerza. Brutales.

Boneflower en pleno éxtasis
 Los italianos Shores Of Null no nos convencieron demasiado por el simple hecho de que el gothic doom nunca entró dentro de nuestros estilos predilectos, no aguantamos la primera época de Paradise Lost, por lo que si nos ponen una banda en esa línea y además con toques death, pues no la vamos a apreciar enormemente. Dieron cuenta de su último plástico ‘Black Drapes For Tomorrow’ con “House Of Cries” o “Carry On, My Tiny Hope”, que nunca la habían tocado en la presente gira, según anunciaron. Se nos hicieron pesados por la escasa sintonía que manteníamos con su propuesta, aunque eso sea ya cuestión de gustos.

Y los cabezas de cartel, los austríacos Harakiri For The Sky mostraron un nivel impecable con una sala totalmente entregada, toda una proeza teniendo en cuenta que lo suyo está alejado de cualquier elemento comercial con piezas que casi alcanzan o superan los diez minutos. Era el caso de la inicial “Calling The Rain”, espoletazo definitivo para que se comenzara a agitar la cabellera tanto arriba como abajo del escenario. Quién iba a imaginar que conectaría de aquella manera el personal.

Harakiri For The Sky, profesionalidad ante todo.
 Clavaron los pasajes atmosféricos y sus cabalgadas apabullantes venían espoleadas por el ímpetu de un batería colosal. Hubo además camaradería con el resto de participantes de la velada al subirse con ellos el cantante de Shores of Null y bastó una señal para que las melenas se movieran al unísono cual cuadriga romana. La conexión andaba en su punto.

Como único punto negativo, mencionar la actitud un tanto “apática” del vocalista, como apuntó el colega Santos. Y es que era llamativo ver a los demás miembros moviendo las greñas como poseídos mientras el voceras aguantaba ahí impertérrito más preocupado de no despeinarse que de mantener una pose creíble sobre las tablas. Pero bueno, quizás es que el hombre siempre era así, en ese caso, sería totalmente injusto culparle por su sosegada manera de ser. Ya estaban los otros para compensar con creces esa aparente falta de entusiasmo.

Sin apenas dirigirse al respetable, ahí estuvieron dando el callo alrededor de una hora, reproduciendo al milímetro lo que puede escucharse en estudio, que se dice pronto, por lo que dudamos enormemente de que saliera de allí alguien descontento. Eso sí, podrían haberse estirado y hacer unos bises, por quedar bien, aunque tal vez aquello tampoco esté en su naturaleza, como lo de dar palmas, soltar parrafadas y otras tomaduras de pelo para perder tiempo. Cada cual afronta el espectáculo a su manera. Muy profesionales.

Pues hasta aquí dio de sí esta jornada cuádruple con una peculiar familia en la que teníamos a cada uno de una madre, el más mínimo parecido entre los oficiantes podría tornarse pura coincidencia. La clave para no aburrirse y no perder el interés. Recomendado exclusivamente para amantes del riesgo y abiertos de mente.

TEXTO: ALFREDO VILLAESCUSA
FOTOS: MARINA ROUAN



jueves, 9 de noviembre de 2017

JAMES McCANN & THE NEW VINDICTIVES: UN ALMA DE DETROIT



Shake, Bilbao

Hay gente que nace en un sitio determinado, pero en realidad su corazón está a miles de kilómetros, quizás en la otra punta de la tierra. Una prueba más de que la pasión por las banderas es una de las más estériles que existen, enorgullecerse por el caprichoso lugar de procedencia de cada uno es como hacerlo por ser blanco, moreno o cualquier otro accidente caprichoso del destino. Una mera cuestión de probabilidades si le quitamos todo tipo de dramatismo al asunto.

Al fundador de The Drones James McCann tal vez le suceda un poco eso mismo, ya que vino al mundo en Escocia, pero cuando todavía era un niño emigró a Perth (Australia) y desde allí se labró un hueco hasta convertirse en una figura destacada del rock n’ roll australiano. No en vano su música podría definirse como una suerte de compendio de lo que se hace en las antípodas, desde el lado más salvaje deudor de Radio Birdman hasta esas baladas arrastradas con poso decadente que uno podría silbar caminando por el desierto.


Conscientes de que aquella visita constituía un evento especial, no se quisieron perder esta parada vizcaína de los marsupiales mucha peña procedente de grupos aguerridos tales como Discípulos de Dionisos, Nuevo Catecismo Católico o Turbofuckers. Una manera inmejorable de prender la mecha del fin de semana a base de guitarrazos enérgicos.

Calentaron la velada los guipuzcoanos The Northagirres con su rock & roll polvoriento y fronterizo con ecos de La Frontera o Supersuckers y agallas para regalar. Las curradas composiciones revelaron enseguida que se trataba de una auténtica bandaza con personalidad, algo muy complicado de encontrar hoy en día. Y el recuerdo a Tom Petty con “American Girl” les pegaba como anillo al dedo a su rollo vaquero. Para calarse sombrero, bajar la mirada y no dejar de seguir su rastro.

 Sin entretenerse a mirar las musarañas, James McCann & The New Vindictives apelaron de primeras a las entrañas con el protopunk a lo The Stooges de “It’s A Dirty Old World”. Las crudas y certeras guitarras de “Sheena Says” no cedieron en el ímpetu inicial, ni tampoco “I Can Control Your Mind”, donde pese a disminuir las revoluciones sobrevoló el espíritu de Johnny Thunders y su aura atormentada.

El protopunk de las antípodas de The Saints o Radio Birdman es una influencia más que notable en su sonido, de hecho, su último disco ‘Gotta Lotta Move’ está marcado por aquel punk que incendió su alma allá por la adolescencia. En este contexto no desentonaba su homenaje a Spencer P. Jones con esa macarra al extremo “What Is Life In Jail”. Un trallazo para levantarse de inmediato del sitio, si es que por allí había algún aparvado. 

De vez en cuando se sumergieron en profundidades psicodélicas, pero aquello no era el denominador común de la velada, sino las guitarras sucias casi chirriantes y esa energía inherente a MC5, The Hellacopters o The Stooges, cuya influencia todavía se siente en miles de bandas actuales. Saquearon el arsenal de The Sonics en “Tar On The Lip” y las señas de identidad volvieron a refulgir como nunca con el protopunk salvaje de “If You Dare”.


Daban ganas de arrastrarse por el suelo y emular a una iguana en “Ambition” y reincidieron en la caña punkarra en “Lies Start Here”, más gasolina para insuflar actitud adrenalínica y mantener ese colocón guitarrero del que no daban ganas de apearse. Para los bises cambiaron por completo de tónica con un blues andrajoso que exhalaba electricidad por doquier y cierto rollo hendrixiano con el batería desbocado mientras sus compis se regodeaban a los punteos. Cualquiera se iba ahora a ver a una vetusta leyenda del rock.

Fue un bolo corto, pero tremendamente hipnótico, con unas seis cuerdas que, a pesar de que suene a tópico, despedían fuego y evocaban el glorioso ambiente de garitos de madrugada. Detroit es algo más que una ciudad del estado norteamericano de Michigan, es una actitud explosiva e incendiaria que en ocasiones se puede sentir al otro lado del Atlántico y puede habitar cada rincón. He aquí una de sus almas descarriadas.

TEXTO: ALFREDO VILLAESCUSA
FOTOS MARINA ROUAN  


lunes, 30 de octubre de 2017

ENTREVISTA HOLYGRAM: “Espero comprobar que todos los rumores sobre el público español son ciertos”



A medio camino entre el post punk, el shoegaze y el krautrock estos oriundos de Colonia (Alemania) ya dejaron gratas sensaciones en los que tuvieran la suerte de acercarse hasta el Amphi Festival el pasado verano. En su breve trayectoria ya han conseguido telonear a leyendas ochenteras del calibre de OMD o a figuras clave del dark wave contemporáneo como She Past Away. A pocos días de que recalen en la península el vocalista PATRICK BLÜMEL responde a las preguntas de ALFREDO VILLAESCUSA.

Lleváis relativamente poco tiempo en el mundo musical, ¿cómo fueron vuestros inicios?
“Empecé la banda en 2015 con el bajista Bennett. Después de componer y grabar nuestras primeras canciones en maqueta, enseguida nos dimos cuenta de que necesitábamos una banda al completo para actuar en directo adecuadamente, así que Marius se incorporó a la guitarra, Pilo a los sintetizadores y Sebastian a la batería, respecto a este último elemento, la cosa fue bastante complicada ya que queríamos un equipo de batería de verdad en el escenario y al mismo tiempo el sonido electrónico de una caja de ritmos Oberheim o Linn, fue un gran desafío, pero al final lo conseguimos. Fue como descubrir algo completamente nuevo, aunque ya había sido hecho por muchos otros antes, se ha convertido en una parte importante del sonido único que intentamos crear con esta banda desde el principio”.
Vuestro EP se ha recibido con bastante entusiasmo dentro de la escena, ¿esperabais algo así?
“Cuando lo colgamos en el bandcamp ni siquiera podíamos imaginar que llegara a ser tal éxito, simplemente queríamos tocar y necesitábamos algo para enseñar a los promotores. Solo un día después ya tuvimos una oferta de la discográfica española Oráculo Records, que aceptamos muy gustosamente, el resto es historia…”


Está agotado vuestro primer material editado también en cassette, ¿crees que todavía existe futuro para este formato en pleno 2017?
“Aparte de ese gran hype sobre los cassettes de los últimos años, queríamos editar nuestro EP en un formato clásico de los 80, nuestra música, de hecho, bebe mucho de esa época, me puedo imaginar a algún chaval escuchando la cinta en el patio de la escuela como yo hacía con mi disco preferido de The Cure, ya sé que es más probable que tenga un Smartphone con la nueva canción de Taylor Swift o lo que esté a la moda hoy en día, pero sigo soñando…La edición en este formato era también una manera sencilla para nosotros de poseer algo físico sin el respaldo de una gran discográfica, un amigo nuestro se encargó de grabar él solo todas las cintas, a mí me encanta todo el ritual de sacar una cinta de su carcasa, es un poco de nostalgia”.
Habéis sacado incluso remixes de vuestro debut, ¿por qué?
“Queríamos entregar las canciones a otras personas para que las imaginaran a su manera y les dieran un enfoque diferente. Es algo con mucha tradición en el mundo de la música, yo me acuerdo de comprar un montón de maxi-singles en los noventa y siempre había algunos remixes por ahí, algunos mejor que la versión original, otros auténtica basura, es un riesgo entregar los temas a alguien que podría no entenderlos y profanarlos, creo que en nuestro caso salió bien la cosa”.
Desde “Hideaway” uno se da cuenta de que The Cure son una influencia muy importante, ¿es así?
“Sí, fueron una inspiración muy grande al componer y grabar las canciones, escuchamos mucho el álbum ‘Pornography’ y la manera en que fue producido, es un trabajo excepcional, al igual que la banda, quizás sean el grupo más importante para mí”. 


 ¿Has llegado a conocer a Robert Smith? ¿Te gustaría colaborar con él?
“He estado en bastantes conciertos de The Cure, pero nunca he conocido a Robert Smith personalmente. Imagino que sería algo muy raro, pero si tuviéramos la oportunidad de tocar juntos no diría que no. Quizás parezca extraño, pero siempre me he sentido más unido a Simon Gallup, es mi bajista preferido, sin ofender a Peter Hook”.
En vuestro EP también existe una atmósfera shoegaze cercana a la de A Place To Bury Strangers…
“Sí, eso es gracias a nuestro guitarrista Marius. Me acuerdo que A Place To Bury Strangers jugaron un papel importante al grabar “Distant Light”, todas las guitarras con feedback esférico y a veces brutal están inspiradas en su sonido. Tocamos recientemente con Slowdive en un festival alemán y fue un show impresionante, muy poderoso y épico”.
“Daria” se aproximaría más a la cold wave francesa, podría incluso ser una canción de Asylum Party, ¿qué opinas?
“Para serte sincero, no conozco Asylum Party, acabo de escuchar su disco ‘Borderline’, gracias You Tube (risas), y creo que sé lo que quieres decir. Francia tiene una escena de cold wave única y nos gustan grupos contemporáneos como Blind Delon, Cold Colors o Rendez-Vous, quizás se nos contagió algo de ellos”.
¿Cuándo daréis el salto al larga duración?
“Ahora mismo estamos trabajando en nuevo material, por lo que editaremos el álbum completo en algún momento del 2018, seguirá la senda de nuestro EP, pero introducirá algunas facetas de la banda que hasta ahora solo hemos podido mostrar en nuestros conciertos”.
Os vi en el festival Amphi y creo que vuestros recitales capturan todo aquello que se puede escuchar en estudio…
“Sí, me encanta tocar en directo y creo que ahí reside la verdadera fuerza de Holygram, a veces pierdo el sentido del tiempo y el espacio durante los conciertos y no me puedo acordar de nada después, es una experiencia que te puede transformar en otra persona completamente distinta, algo esquizofrénico”. 


Vais a girar por la península en pocos días, ¿qué podemos esperar?
“Estamos muy emocionados con el concierto junto a The Telescopes en Madrid, que coincidirá además con nuestra primera visita a España. He escuchado muchas cosas sobre el público de allí y espero comprobar que todos esos rumores son ciertos”.
Tu pose en directo con las gafas de sol recuerda un tanto a la de Ian McCulloch de Echo & The Bunnymen…
“Es un gran intérprete, me encantan Echo & The Bunnymen, aunque los descubrí bastante tarde porque siempre sonaron muy diferentes a The Cure, que era la banda a la que más escuchaba durante mi juventud. Para mí entonces quizás eran demasiado felices o tenían demasiado rock n’ roll en sus canciones. Pasé por una época en la que escuché mucha música de los 60, muchos de esos grupos que empiezan por “The”, ahora me encantan todavía más The Bunnymen”.
Por último, ¿os gustan las versiones? ¿Os atreveríais con algo de The Cure?
“Solemos hablar de vez en cuando de hacer alguna versión, pero no hay ningún plan definitivo todavía. Yo preferiría hacer algo inesperado tipo un tema de los 60 o un clásico dance de los 90, hoy he escuchado por casualidad a Ace of Base y creo que hay algo de potencial por ahí. Piensa también en Molly Nilsson, ha conseguido dominar ese sonido específico de los noventa y a la vez sonar a pleno 2017, me encanta su música, quizás deberíamos hacer una versión suya”.