lunes, 31 de diciembre de 2018

RADIOCRIMEN: CAOS EN LOS CORAZONES


Sala Stage, Bilbao

Nunca nos cansaremos de repetir el valor incalculable que siguen poseyendo las cosas auténticas de verdad en tiempos en los que predomina el postureo de redes sociales. Ese mundo artificial que saca lo peorcito del ser humano y que únicamente merece ser destruido desde dentro en base a sus propias contradicciones. Otra de esas convenciones políticamente correctas junto a esa repugnante ola de buenrollismo artificial que siempre se instala a finales de año entre gente tan falsa como el cartón.

Conscientes de esto último los aguerridos punks de Radiocrimen no dudaron en proclamar en pleno ambiente festivo por el tradicional mercado de Santo Tomás que “odiaban la Navidad”, pero que nos “amaban”. Porque el espíritu nihilista no es incompatible con las sinceras muestras de afecto. Y esa noche había que agradecer el apoyo descomunal de unos seguidores que llenaron el recinto hasta la bandera, precisamente en una jornada en la que había quizás más almas deambulando por la calle que en fiestas de Bilbao.


Pero estaba claro que el evento se convertiría en algo especial, no en vano era la presentación oficial del disco en directo ‘Made In Baske Country’, grabado en aquel ya legendario bolo del local Ipar Haizea en el que irrumpieron hordas de antidisturbios y a punto estuvo de no celebrarse. Con aquella histórica noche en el recuerdo y frecuentes cánticos en honor a Iñigo Cabacas, otra víctima de la violencia policial sin justicia que merezca llamarse como tal, se montó un bonito sarao junto a un par de bandas que aseguraban que el aburrimiento ni se intuiría en la velada.

Abrieron la sesión Los del Humo, combo procedente de la comarca burgalesa de Las Merindades que tampoco es que invente la rueda con su punk rock con dejes urbanos, pero que vale de sobra para entretenerse. Y si lo que uno busca es a unos tipos que se lo curren en unas condiciones mínimas en un escenario, he aquí un claro ejemplo. Cumplen el expediente con nota.

Los del Humo, cumpliendo el expediente.

Bastante más fuste y rodaje gastaban los madrileños Suzio 13, con una destreza inaudita a las tablas y una versatilidad que no se suele ver con frecuencia, menos todavía en un grupo punk. Porque lo mismo se marcaban pildorazos adrenalínicos a toda pastilla que dejaban traslucir influencias fronterizas y rockabillies o se arrancaban con versiones como un apabullante “Bestia, bestia” de Ilegales. “Indestructibles” ya desencadenó pogos por las primeras filas y los ánimos de la afición se elevaron hasta la estratosfera en “Todo por nada” de M.C.D.

Y las revisiones de cancionero ajeno no se quedaron ahí, pues también rescataron el “Wrong ‘Em Boyo” de The Clash o un “Autosuficiencia” de Parálisis Permanente que terminó por ponerles por las nubes. Todo ello sin prejuicio de piezas reseñables de su repertorio como la ye-ye “Joven rebelde” o la reivindicativa “Redskins (Un claro ejemplo)”. Enormes. Que vuelvan cuanto antes.
Suzio 13, punks versátiles.
 No hace falta ser muy inteligente para darse cuenta cuando una presencia incomoda. Si el lamentable episodio de movilizar unas unidades de antidisturbios por una queja de ruido no lo dejaba suficientemente claro, Radiocrimen ya sufrieron en sus carnes la dictatorial y todavía vigente Ley Mordaza cuando en base a la citada norma les sancionaron por “falta de respeto a la Policía”. Algo que no debería extrañar en el fondo en un país donde nunca se enterró ni se depuró el latente espíritu franquista de instituciones y demás.

Aquella noche por lo menos tuvimos la fiesta en paz sin inesperadas visitas de las fuerzas del orden, aunque lo que contemplamos sí que fue realmente subversivo y hasta incitador a la rebelión, la nueva triquiñuela jurídica que se lleva ahora. Desde las declaraciones de principios de “Terroristas” y “Terror” se notaba que la banda echaba leña al fuego sin cortarse un pelo, sin pausas entre medias ni cualquier otra cosa que consiguiera aminorar el ritmo. Como un tiro.



“Tengo un amigo que escribe”, dijo el vocalista Txarly antes de “Buko”, dedicada al creador de Henry Chinaski, uno de los máximos representantes de la literatura punk. “Cadenas rotas” es otra pieza ya elevada a la categoría de himno, al igual que “Amar mata” con su puro nihilismo en vena. La recepción del respetable fue tan descomunal que el carismático cantante no dudó en exclamar: “¡Este es mi Bilbao!”.

En “Delfín Negro” Txarly se arrastró cual criatura y demostró una vez más que sus interpretaciones sobre las tablas son de lo mejor que se pueden ver por estos lares en materia de frontman. Y si a ello le acompaña además un repertorio impepinable en el que no sobraba nada, pues tenemos algo muy cercano a la perfección. De verdadero infarto se tornó el tramo compuesto por “Lágrimas de carretera”, “Tiempos salvajes” y el guiño a Radio X de “En la brecha”, con el guitarra Luis defendiendo con solvencia la partes originales de Placi de Segismundo Toxicómano.


“Bala perdida” evocó el aliento de las cloacas antes de abogar por la solución final para indeseables en “Extermínate”, otra pieza de ese gran proyecto llamado Radio X que ojalá tenga continuidad. “Alcohol barato” pilló a Txarly jugueteando con los tirantes entre gargantas desatadas y pogos monumentales, alguno incluso hasta se animó a surfear entre la multitud. La guinda en cualquier sarao tocho que se precie.

La nostalgia combativa brilló en “Contenedores” y también apelaron a los veteranos punkis en el “Ahógate en el W.C.” de La Broma de SSatan, que Luis introdujo enérgicamente con un “y tira de la cadena, hijo de puta”. Toda una bomba en las distancias cortas y que confirma que a veces las versiones pueden superar a las originales. Arrecieron entonces los gritos de “Policía, asesina” tras el recuerdo a Pitu (Iñigo Cabacas) y no se hubiera entendido no lanzar el cóctel molotov de “Los chicos ya no quieren llorar”. Puro combustible inflamable.


Hubo también dedicatoria para los que revientan la cabeza a un perro por ladrar en “Todo el que manda” antes de reivindicar la costra y la esencia punk en “En las cloacas”, canto maldito a una determinada forma de vida. Ahí volvió a aparecer el grandullón amigo de Txarly, que suele irrumpir en sus bolos y que se llevó a su colega a burros hasta el final de la sala y luego lo devolvió sano y salvo a las tablas como buen escudero. El calor del inframundo.

Superar el inolvidable recital del Ipar Haizea iba a ser harto complicado por las complicadas circunstancias que lo rodearon, pero en otro rollo más convencional, sin invitados inesperados, fue un bolo de órdago que permanecerá durante largo tiempo en la memoria. Siempre el caos en los corazones.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA


jueves, 20 de diciembre de 2018

COBRA: WHISKY RESBALANDO


Kafe Antzokia, Bilbao

Distinguirse entre la aborregada multitud debería ser todo un logro en los tiempos que corren. En un mundo de fotocopias impostadas o tipos que se sienten especiales y que en realidad se tornan tan vulgares como aquellas esfinges sin enigma que describía con tanta precisión Oscar Wilde. Porque si algo de verdad escasea hoy en día es una personalidad apabullante y sin complejos capaz de desafiar modas pasajeras y agobiantes paladines de lo políticamente correcto. Que se sienta en varios metros a la redonda el golpe sobre la mesa.

No resulta nada habitual en una tierra tan marcada por las esencias milenarias dirigir la vista hacia el otro lado del Atlántico, en concreto hacia un campo tan poco explorado por estos lares como el que transitan Clutch, Soundgarden o el sludge pantonoso de Down, sin duda, una de las grandes influencias de la superbanda Cobra. Tampoco es nada frecuente esa fijación por el séptimo arte en una época que cada vez valora menos el celuloide en pos de la inmediatez  y ligereza que solo pueden ofrecer las redes sociales o infectos estercoleros televisivos. 


Ha llovido desde que editaran su tercer disco de estudio ‘Riffyard’ en 2016, pero siempre es necesario cerrar de alguna manera las diferentes etapas. Y una buena alternativa parecía recurrir a una plaza tan emblemática en el País Vasco como la del bilbaíno Kafe Antzokia, que cosechó una afluencia bastante digna para tratarse de un día laborable. Un respetable variopinto con predominancia de hembras tatuadas recibió a esta coalición de talentos, aunque el evento se prolongara hasta pasada la medianoche. Quizás debieron haber empezado antes, más que nada por los que curraban la jornada siguiente.

Lo cierto es que pensábamos que nos aburriríamos como las piedras con la espesura doom de Funeral Sun, capitaneados por el guitarrista y vocalista Javier Gálvez tras la ruptura de los laureados Horn Of The Rhino. Pero ya lo hemos afirmado en otras ocasiones, cuando las cosas se ejecutan con pasión, llama la atención hasta un recital de txalaparta, por muy ajeno que uno se sienta al rollo. Y era apreciable que después de enfilar varios temas la peña ya anduviera moviendo la cabeza con entusiasmo ante sus cantos agónicos en los que de vez en cuando se vislumbraba la huella de Alice In Chains, a la par que jugaban mucho con las atmósferas lúgubres. Música para invocar el apocalipsis.

La espesura doom de Funeral Sun no exenta de fuerza.
 Siempre es conveniente ir al grano de primeras y eso Cobra lo aplican con solvencia al recurrir a los riffs mayúsculos de “Skull & Bones” que certifican que su sonido en directo sigue siendo de los de dejar el culo torcido. “Red Tops” no desmerece en absoluto en empaque antes de que “Winchester” aminore algo el ritmo, no sin regodearse en la contundencia. Completa la terapia de choque, así sí que se pone uno en modo de concierto.

“¡Flipao!” gritaron al carismático vocalista Lete, que respondió a la gracieta diciendo: “Sí, muy flipao”. Se les notaba con ganas de pisar las tablas y eso se reflejó en la profesionalidad con la que bordaron un repertorio versátil, con notas más arrastradas tipo “Randolph Aviator”, remitiendo a la escuela de Metallica en “Ground Zero” o a clásicos tipo Black Sabbath en “Memories”, con un riff tan cadencioso como el de “Children Of The Grave”. Lo hemos mencionado ya antes, pero no podemos dejar de destacar que los grupos del terruño no suelen moverse en coordenadas tan americanófilas. Probablemente llenarían recintos con mayor facilidad si no existiera ese prejuicio tan aldeano nuestro de valorar más ciertos combos simplemente por el hecho de ser de fuera. El talento desmedido no entiende de fronteras.


“Zaldun Inaute Berpiztuak” certifica su predilección por los sonidos del otro lado del charco, mientras que los coros de “Rebel Scum” evocan lejanamente a Berri Txarrak, el grupo donde actualmente milita el bajista David González, habrá que ver si tras la anunciada desaparición de estos cambia el enfoque de este proyecto. No olvidemos que el batería Ekain es también uno de los grandes pluriempleados del panorama estatal, pues aporrea asimismo en los alternativos Dinero o en la delicatesen soul/blues de Morgan. Coincidir debe asemejarse a todo un encaje de bolillos.

La respuesta del personal fue muy entusiasta y algunos se animaron tanto que hasta hubo un simulacro de “wall of death”, pero ya se sabe que por estos lares no suelen cuajar esas cosas. El cantante Haritz miraba desafiante a la audiencia, consciente de que la mayoría comía de su mano. La sintonía en ningún momento estuvo en cuestión, pues los saltos y movimientos de melenas iban en aumento.


“Miyagi” incrementó la temperatura y el voceras no dudó en pegar un bote desde la batería y no se cortó tampoco a la hora de pasearse por el borde de las escaleras que separaba artistas y respetable. La tralla casi punk de “’70 Challenger” terminaría de confirmarles como uno de los grupos de la zona con un directo tan arrollador. Y “General Lee” sirvió para despedirse con el pabellón bien alto, no sin antes amagar con el riff de “Heaven & Hell” de Black Sabbath, o eso nos pareció.

Reservaron para la vuelta munición pesada del calibre de “Come On Now”, otra orgía de sonoridades vigorosas, y en su ya conocido “Rosebud” mandaron hacer pogo, pero fue muy reducido, quizás la peña no estaba para tales esfuerzos entre semana. Y “Life Is Too Short To Drive Slowly” evidenció la ruptura de la frontera entre músicos y parroquianos con el micro entregado cual hostia sagrada a los fieles antes de que Lete se fuera a desparramar por ahí. Como uno más. Pura humildad.

La pegadiza melodía por los altavoces del “True Survivor” del icono ochentero David Hasselhoff indicaba que aquello ya estaba finiquitado y visto para sentencia. Casi se podía sentir el aliento de los pantanos, los cocodrilos o ese whisky resbalando al que hacen referencia en “Crossroads”. Que pongan otro chupito más. A su salud.

TEXTO: ALFREDO VILLAESCUSA
FOTOS: MARINA ROUAN


  

miércoles, 12 de diciembre de 2018

NUEVO CATECISMO CATÓLICO: SIEMPRE EN EL SUELO


Pub Mendigo, Barakaldo

Quizás con tanto festival hayamos perdido un poco la perspectiva. Lo que significaba acudir a un bolo donde se pueda sentir el sudor y la emoción de los asistentes, donde la gente se sabe las canciones de principio a fin y eso de sacar un móvil para hacerse una foto parece una mongolada reservada para otros cotos exclusivos de postureo. La misma esencia del rock que a veces parece sepultada por completo entre grandes eventos en los que únicamente alcanzas a atisbar a los artistas allá por la lejanía.

Debería tener más valor eso de contemplar a los músicos a un palmo de distancia. Por algo la propia personalidad como banda de Nuevo Catecismo Católico está intrínsecamente ligada al directo, no en vano no son pocos los que afirman que los discos en estudio no les suelen hacer justicia a la hora de capturar todo su potencial. Y puede ser cierto, aunque muchos temas suyos harían saltar de la silla incluso aunque se escucharan en un dispositivo minúsculo. Poseer agallas nunca guardó relación alguna con una mejor o peor calidad de sonido. Los exquisitos que se vayan a un bolo de rock progresivo.


Muy buena timba se había montado en el Pub Mendigo de Barakaldo para celebrar los veinte años de la promotora Another Freak Production. Dada la limitada capacidad del garito, estaba claro que las entradas durarían un suspiro y que se alcanzaría el tope sin problemas. Había tal ambiente de olla a presión que parecía que si alguien más se incorporaba a la fiesta aquello se desbordaría por completo. Lo cierto es que aguantar ahí fue un tanto duro por la excesiva aglomeración, pero por fortuna nos encontramos con almas caritativas como la de Pepe Bombs que nos cedió de vez en cuando su cerveza para no morir de deshidratación. Moverse unos milímetros podría convertirse en una auténtica odisea.

Para calentar el ambiente recurrieron a los demoledores Telepath Boys, unos agradables cafres de velocidad endiablada que lo mismo veneraban a Zeke que a Municipal Waste. Su rollo eran tan hardcoreta y extremo que algunos se lo tomaban a broma y soltaban cosas como “¡Más rápido!”, pese a que eso seguramente fuera virtualmente imposible. Vaya tralla, tuvieron que acabar reventados, pero lo cierto es que no les faltaba de nada, punteos al tuétano, simples redobles que ejercían de pausa entre canción y canción y la voluntad indisoluble de volar la cabeza al personal. Puro salvajismo. Enormes. 

Los salvajes Telepath Boys.
Frente a otros que recurren a la espectacularidad, cañones de confeti o pollas en vinagre, Nuevo Catecismo Católico siempre dejan que la música hable y que haga el resto. La declaración de principios “Prefiero estar en el suelo” sienta las bases antes de la inmisericorde munición de “En llamas” o “Incontrolable”. Zapatilla a raudales para delirio de la afición.

En sus más de dos décadas de trayectoria han logrado amasar un considerable catálogo que deviene en bomba de relojería en las distancias cortas, caso de “Sabes Demasiado” o “No soy un criminal”. Caían los himnos cual mazazos imposibles de esquivar, con “Tú y yo podemos comprenderlo” como uno de los puntos álgidos de la velada, pero ellos se quejaban de los acoples. Un inconveniente que tampoco molestaba demasiado, habida cuenta de que ya íbamos de sobra mentalizados para acudir a un evento de esos de peña normal, con luces y sombras. La perfección en ocasiones importa un comino.


A mí si me plantan pildorazos del calibre de “La huida”, que apelan al colegueo noctívago, poco más puede importar. No hablemos ya si además enfilan con principales salmos de su peculiar catecismo como “No quiero obedecer” o “Soy un aberrante”, el que jamás las haya escuchado todavía en directo, seguirá siendo virgen en lo que respecta a rock n’ roll. No se deberían consentir tales muestras de descreimiento.

El voceras Gonzalo reparó que entre el público, entre la avanzadilla valenciana para apoyar a los teloneros, se encontraba “la leyenda” Javi de la discográfica No Tomorrow Records, no en vano para esa misma escudería grabarían unos cuantos trabajos, entre ellos un siete pulgadas compartido con Shock Treatment allá por mediados de los noventa. Y otro mito que tuvo su recuerdo durante la velada fue Manu de Porco Bravo, cuyos compromisos parentales le impidieron asistir a la cita, aunque habría sido épico que se hubiera subido con ellos al escenario. El espíritu incendiario que desencadenó el grito “Groooo”.


“Aquí llega Dios” siguió provocando el delirio y el tal Javi hasta surfeó por la multitud, si no nos equivocamos. “Detrás de tu mirada” constituía otra de las balas más mortíferas del cargador antes de desempolvar esa suerte de AK-47 de las distancias cortas llamado “Odio la velocidad” que trata de algo tan poético como la peña de puestazo. Fuera las disquisiciones filosóficas de sábado noche, he aquí los asuntos que de verdad importan. Una pena que en esta línea no se hubieran explayado con su monumental versión de La Banda Trapera del Río “A mi dosis”. De colores dorados.  

Aquello fue casi un visto y no visto, en su tónica habitual, vaya. Quizás por eso siempre nos quedamos con ganas de más, a pesar del efecto saciante que supuso el inconmensurable bis del “Sonic Reducer” de The Dead Boys. Esta sí que es una buena forma de terminar con galones. Nunca defraudan. Su actitud y su manera de plantear los bolos sigue  alcanzando el calificativo de apabullante. Siempre en el suelo. Y que ni se les ocurra subir.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA


martes, 11 de diciembre de 2018

DORIAN: SISMOS DEL ALMA


Kafe Antzokia, Bilbao

Pocas cosas existen más odiosas que la falta de sinceridad o los farsantes que tratan de venderse como lo que no son. Si haces pop, pues admítelo y no des la murga con etiquetas más o menos resultonas que no se corresponden en absoluto con la realidad. Es una actitud que predomina hasta la extenuación en el mundillo indie, siempre buscando hacerse los interesantes como aquellos que van de cultivados y apenas habrán leído tres o cuatro libros en toda su vida. Ojo, que aquí no se trata de ponerse elitista, sino de llamar a las cosas por su nombre. Sin engañar a la gente.

Entre ese batiburrillo festivalero formado por bandas como Izal, Vetusta Morla o Love of Lesbian, pondríamos de inmediato en un escalafón superior a los catalanes Dorian, en primer lugar por sus evidentes influencias de Aviador Dro, New Order o The Cure, referencias que tampoco suelen abundar en el panorama patrio. Y luego también porque nadie les ha regalado nada, pues supieron abrirse hueco cantando en castellano en una escena dominada por petardos anglófilos que por chapurrear inglés en sus canciones se creían los más guays del universo.


Tras esa suerte de paréntesis llamado ‘Diez años y un día’ que reinterpretaba en clave acústica algunos de sus éxitos y, a nuestro parecer, les quitaban toda la chispa, volvieron a elevar el vuelo con ‘Justicia Universal’, un disco redondo en el que apuestan sin complejos por el synth pop de letras poéticas que tanta fama les ha dado. Una nueva oportunidad de reafirmar su identidad y legar joyas pop que probablemente permanezcan una larga temporada en su repertorio. Nunca el pesimismo vital resultó tan rentable.

Que es uno de esos grupos que en la actualidad está en su momento álgido lo confirmó el hecho de que agotaran entradas con varias semanas de antelación. Un escenario con cañones y plataformas daba a entender que lo que allí sucedería sería por lo menos especial o digno de contemplar. Pese a la abrumadora mayoría femenina, había un respetable tan variopinto que hasta se pudo ver por ahí una camiseta de Metallica. Vivan los abiertos de mente.


Ya desde el inicio Dorian fueron a lo grande con lanzamiento de confeti en “La isla” antes de ese comienzo clavado a The Cure de “Verte amanecer”. La cita fue ganando poso sentimental con “El temblor”, que el vocalista Marc dedicó a “los sismos que se producen en el alma”. Bueno, el lado intensito a veces les pierde.

La homónima “Justicia universal” justificó de sobra su inclusión en un repertorio intachable de temas coreables en el que no faltaba nada. Dinamismo por doquier que certificaba que su faceta electrónica daba mil vueltas a arrebatos intimistas pasados con instrumentos de cuerda. Eso lo constató su ya himno “Duele”, donde sacaron mucho partido a las plataformas de estrellas del rock que pululaban por las tablas. Quizás su música fuera pop, pero no su actitud, ni tampoco su vestimenta, con la mayoría de negro, cuero y hasta tachas. Dejemos el blanco en el armario.


“Noches blancas” ha adquirido asimismo características hímnicas con su letra plagada de alusiones a Radio Futura o Soda Stereo. Y en “Vicios y defectos” sustituyen el dueto junto a Javiera Mena de la versión en estudio por la aportación vocal del multitarea Lisandro Montes, si no nos equivocamos, pues se ocupaba de teclados, guitarra, programaciones y hasta algo de percusión. Un pluriempleado a tiempo completo.

Aunque probablemente aquella fuera la mejor vez que les hemos visto, al sonido tal vez le faltaba algo más de pegada, no obstante, éramos conscientes de que no cabría esperar demasiado desmelene en ese sentido. Un detalle insignificante si lo comparábamos con la grandeza de un catálogo de canciones que impedía que te aburrieras ni un solo instante.


“Llévame” se presentó como “un homenaje a Latinoamérica” y luego al vocalista Marc le dio por hablar del proceso creativo, de cómo se van ensamblando las diferentes piezas hasta conformar un disco. En ese aspecto señalaron que “Hasta que caiga el sol” fue la primera canción que compusieron del nuevo trabajo, algo que no nos extraña en absoluto, pues pensamos que se trata de su corte más redondo. La alusión a The Smiths de “Señales” también nos place sobremanera, desde luego parece que su material más reciente ha nacido para ser interpretado en directo.

“Paraíso artificial” repasó con acierto su trayectoria, al igual que “Cualquier otra parte”, entonada a pleno pulmón por las chavalas hipsters. Un éxtasis coronado por el lanzamiento de serpentinas que alcanzaron hasta el segundo piso del Antzoki. Tras un breve parón, regresaron hablando de labrarse un camino en la vida, una obsesión recurrente en las letras de Dorian y que aparece en “Cometas”, que sonó tan sintética como Depeche Mode.


Pero si hubo un tramo álgido en la noche fue durante “La mañana herida”, con el personal extasiado cantando de principio a fin, y luego con “La tormenta de arena”, que fue ya el acabose con Marc arrancándose con una estrofa y la peña respondiendo como si fuera su eco. Los móviles dominaban el paisaje y algunos fans no dudaron en acercarse lo máximo posible para vivir aquel irrepetible momento de subidón. Consciente de su importancia, el cantante sacó partido de la situación sumergiéndose entre las masas, por lo que si los ánimos andaban por las nubes, esa muestra de cercanía los propulsó hasta el infinito y más allá. Un broche de oro que cerraron con los cañones disparando confeti, como era menester.

Después de tan espectacular colofón, cualquier cosa sobraba, pero lograron mantener el tipo con “Los amigos que perdí”, otra de esas para cortarse las venas, antes de aflojar irremediablemente el pistón con “Tristeza”, que no está mal, aunque no merece ni de coña tan privilegiada posición. Pero ya se sabe que tras la tempestad debe sobrevenir la calma, incluso los sismos del alma necesitan ajustarse a ese esquema. Perturbaciones controladas del espíritu.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA