lunes, 19 de marzo de 2018

THE REZILLOS: MISIÓN CUMPLIDA


Satélite T, Bilbao

Los prejuicios suelen perseguir a menudo a determinados géneros musicales, ideas preconcebidas que se basan por norma general en el desconocimiento más absoluto o que se derivan de una imagen superficial dada por los medios de comunicación. Por ejemplo, al hablar de punk no son pocos los mojigatos que se imaginan a tipos amargados soltando bilis sobre injusticias sociales o se creen que en los conciertos todavía se sigue escupiendo a los artistas, una costumbre desechada ya tiempo ha, probablemente en la misma época en la que también se dejaron de lucir esvásticas a modo de provocación. La actual dictadura de lo políticamente correcto por menos ya pondría el grito en el cielo.

Con los escoceses The Rezillos, la duda siempre estuvo en saber si eran punk, new wave o en realidad las dos cosas, porque pese a formarse en 1976 no compartían el nihilismo o la rabia congénita de sus contemporáneos. Su propuesta era más desenfadada, casi tanto como su vestuario de colores chillones y ese punto freak con gustillo por la ciencia-ficción nada común a finales de los setenta. Si otros provocaban por su aura destructiva, ellos lo hacían por su buenrollismo y su atrevido estilismo kitsch que bordeaba lo hortera. Sin complejos.


Apenas un año antes ya habían recalado por estos lares y en teoría estaba previsto que animaran una vez más la sesión matinal del Rabba Rabba Hey, pero el temporal que azotaba Escocia les impidió volar, por lo que tuvieron que cancelar algunas fechas de la gira peninsular y otras modificarlas. Por fortuna, en el caso de Bilbao, solo se pasó el bolo del domingo al lunes, algo que agradecimos infinitamente, pues el pensamiento de un madrugón dominical ya nos provocaba sudores fríos. Casi preferíamos una auténtica terapia de choque para comenzar la semana.

The Rezillos no se anduvieron con zarandajas y desde el inicio desplegaron pildorazos festivos del calibre de “Destination Venus” y “Flying Saucer Attack”, suficientes para enganchar de un plumazo a los entregados fans que daban color al garito, muy concurrido para ser un lunes. Al igual que la anterior vez que les vimos, el guitarrista Jim Brady salió a escena con ganas para regalar y derrochó ímpetu cual bestia descontrolada, parecía que le iba a dar algo, al tiempo que el dúo de vocalistas formado por Fay Fife y Eugene Reynolds revelaban su absoluta compenetración.


No costaba demasiado meterse en su rollo animado hasta decir basta, puesto que “Cold Wars” o “Mystery Action” podrían anular cualquier gris jornada laboral y transformarla en un radiante día soleado. Pero no se centraron en exclusiva en los temas conocidos y afirmaron que les gustaba tocar “la cara B de la cara A” antes de arrancarse con una curiosa pieza instrumental que precedió a su mítica mirada irónica sobre los medios de comunicación “Top Of The Tops”, quizás su mayor hit.

Pese a que también recordaron su último álbum en estudio ‘Zero’ con cuatro o cinco cortes, lo que interesaba de verdad era todo lo que tuviera que ver con su legendario debut ‘Can’t Stand The Rezillos’, caso de “(My Baby Does) Good Sculptures” o “I Can’t Stand My Baby”, que atronaron en la recta final de un recital que llegaba ya a su término sin comerlo ni beberlo. Enlazaban canciones con tanta solvencia que ni te enterabas cuando habían agotado el repertorio de la noche. Maravillas de los trallazos de dos minutos.


El personal no permitiría que los escoceses se marcharan de esa guisa, así que se montó la bulla necesaria para que regresaran al escenario. Amagaron con el “Ballroom Blitz” de The Sweet, que aparecía en su directo ‘Mission Accomplished…But The Beat Goes On’, pero no cayó esa breva. En su lugar optaron, eso sí, por otra versión, el “River Deep, Mountain High” de Ike & Tina Turner, en la que la vocalista pegó alaridos como una jarta y hasta asustó un poco a la peña.

Y no se podrían despedir sin su revisión más conocida, el “Somebody’s Gonna Get Their Head Kicked In Tonight” de Fleetwood Mac, que transforman en un auténtico esputo punkarra que nada tiene que ver con la original, de hecho, muchos piensan que dicho tema es suyo. Un apabullante broche de oro en el que los fieles levantaron los puños en los característicos “all right” del himno antes de volver a la realidad y comprobar que aquello ya se había finiquitado.

Tal vez a un grupo punk/new wave tampoco puede exigírsele que se extienda mucho más de una hora, pero la sed que había entre los parroquianos era inmensa y ya se sabe que a veces con un chupito no se estabiliza nadie y hacen falta tres o cuatro para ponerse a tono. Esa noche había espíritu de barra libre. Un mayor reconocimiento de terreno se habría agradecido. A pesar de todo, misión cumplida.  

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA









martes, 13 de marzo de 2018

RADIOCRIMEN: SOMOS TODOS TERRORISTAS



Ipar Haizea, Bilbao

Quién nos iba a decir hace unos años que sufriríamos una involución democrática de tales proporciones que veríamos desfilar por tribunales a raperos, titiriteros y hasta simples usuarios de redes sociales cuyo mayor delito ha consistido en expresar una simple opinión política. Un retroceso que no debería sorprender en un país que en esencia nunca dejó de ser franquista, con una justicia tuerta del ojo derecho a la que no le molestan las calles dedicadas a dictadores y asesinos ni tampoco las apologías a los mismos. Un panorama tenebroso en el que está prohibido hacer chistes sobre Carrero Blanco, algo que ya hacían Tip y Coll en épocas de mayor libertad, mientras que no existe problema alguno en alegrarse por la muerte por cáncer de Bimba Bosé. Ha quedado un Medievo precioso, que diría aquel.

Una de las principales causas de tal retroceso habría que buscarlo en la llamada Ley Mordaza, que cercena de un plumazo derechos fundamentales y deja al ciudadano totalmente indefenso ante atropellos policiales al permitir a los cuerpos de seguridad actuar incluso aunque no se cometa ningún delito. Los bilbaínos Radiocrimen ya han sido víctimas de esta medida dictatorial cuando se les acusó de “falta de respeto a la Policía” tras un recital en frente de la cárcel de Basauri en un acto autorizado para reclamar la liberación de un preso gravemente enfermo. Todo ello sin que por ahí se acercara funcionario alguno para comunicar la sanción. 


Y la suerte del tuerto parece que les volvió a perseguir en Ipar Haizea en la grabación de su CD/DVD en directo, aparte de la presentación del proyecto Radio X, conformado por la propia banda y Placi de Segismundo Toxicómano. Alrededor de 30 o 40 antidisturbios irrumpieron en el local vinculado a Herri Norte con la única intención de “controlar el aforo” y comprobar si se poseían los permisos permitentes, según explicó un portavoz de las autoridades. Un despliegue desproporcionado ejecutado un par de días después de que un ertzaina muriera de un paro cardíaco a consecuencia de la tensión derivada de los enfrentamientos entre ultras rusos e hinchas locales en el partido del Athletic contra el Spartak de Moscú.

Así que como si aquello fuera una reunión de delincuentes, los antidisturbios rodearon a los asistentes en un círculo y les mantuvieron inmovilizados cerca de una hora en una estampa que difícilmente sería aceptable en cualquier sociedad democrática. Como el mismo grupo dijo en su comunicado al respecto, habría que ver lo que hubiera sucedido si en esos momentos alguna persona hubiera sufrido un ataque al corazón. Por fortuna, ante la actitud amenazante de los agentes, el personal respondió colaborando y siguiendo las indicaciones, por lo que las autoridades se vieron obligadas a abandonar el recinto, no sin antes amagar con volver a entrar cuando se produjeron aplausos a su salida.

Sonreíd, que eso les jode.
 Con el compromiso de terminar el bolo antes de las 12, Radiocrimen se apresuraron a soltar toda la rabia que llevaban dentro con un repertorio frenético en el que sobraban las palabras y se encadenaban himnos como “Terror”, “Buko” o “Cadenas rotas” en una especie de flujo incesante que ya no se rompería bajo ninguna circunstancia. Era la primera vez que acudíamos a este local y no estamos seguros de si se habrán celebrado muchos eventos de este tipo por allí, pero lo cierto es que el sonido sorprendió a muchos por su potencia y nitidez, a la altura de cualquier sala “oficial” o incluso mejor. Gloria eterna a los técnicos y a todos los que se lo curraron en este sentido.

Estar en un garito así reproducía la sensación de haber viajado en el tiempo hasta algún gaztetxe de los ochenta, unos minutos antes ya se habían encargado las autoridades de retrotraernos hasta los años 50 o 60. El voceras Txarly se comportó con su descomunal competencia habitual en las distancias cortas y otorgó la dignidad requerida de las grandes ocasiones haciendo equilibrios, simulando ahorcarse o incluso momentos divertidos cuando se le cayó una foto de un preso y trató de colocarla mientras cantaba antes de ceder a un fan tan dificultosa labor.


“Solo mata el amor”, recordó el carismático vocalista antes de enfilar su ya clásico “Amar mata”, con la peña desatada por completo, y mantuvieron el tirón en el punto álgido con “Delfín Negro” o “13 Kalaveras”. Hubo mención expresa para los “hijos de perra” que se encontraban por las inmediaciones, es decir, los miembros del grupo Rat-Zinger, unos de sus hermanos espirituales que no se podían perder esta cita que ya se podría calificar de histórica por lo que rodeó a la celebración del evento.

“Lagrimas de carretera” sigue siendo de los mayores pepinazos de su catálogo y “Tiempos salvajes” resultó muy acertada en el contexto político represivo actual mientras Txarly se enroscaba el micro al cuello. “Vomitaré” sirvió asimismo para derrochar bilis y en “El Solitario” recordaron al antiguo integrante Javi Puñales, también presente por el recinto.

Placi en pleno delirio con un amigo de la banda.
Por el toque de queda impuesto por las autoridades, hubo que exprimir los minutos al máximo y probablemente debido a eso la puesta de largo del proyecto Radio X se circunscribió a unos pocos temas. Y qué mejor manera que iniciar esta parte del recital con “Terroristas”, no sin que antes Placi de Segismundo Toxicómano agradeciera con cierta ironía “a los del casco rojo por su olfato carroñero, la verdad es que han acertado, somos todos terroristas”. Y sin perder el poso festivo y combativo el dúo de vocalistas reveló su sintonía total y se encaramó a lo más alto con “En la brecha” con los ánimos exaltados de la congregación.

Somos el gen rojo y eso les jode” gritó Txarly previamente a arrancarse con la pieza épica homónima “Gen rojo”, donde el entusiasmo en las primeras filas llegó a tal punto que hasta Placi se lanzó a las masas. Ondearon la bandera comunera en “Pala y bolsa” y en “Extermínate” se desató un auténtico pogo de los de verdad, no como los de los conciertos pijos. “Solo hay una forma de combatirlos, la lucha antifascista siempre”, recordaron para finiquitar quizás la mejor parte del bolo. Ojalá se vuelva a repetir.

Pero aquello ni de lejos se había terminado, volvieron al repertorio de Radiocrimen con “Alcohol barato”, que desencadenó un jolgorio tremendo con katxis volando. “Contenedores” sonó tan incisiva como siempre con Luis Punk a la voz y “Mundo basura” se erigió en todo un emblema de la resistencia, de los que no quieren mezclarse con el aborregamiento general. Su contundente revisión del “Ahógate en el W.C.” de La Broma de SSatan atronó y dejó el pabellón lo suficientemente alto para despedirse “por imperativo legal”.

Txarly y Podri, mano a mano.
Por suerte hubo margen para bises y no tardaron en regresar con el himno “Los chicos ya no quieren llorar” antes de contar en “Todo el que manda” con “la rata más vizcaína”, el vocalista Podri de Rat-Zinger. Y “En las cloacas” adquirió tintes de celebración total con varios invitados de nuevo en el escenario como Placi o Javi Puñales mientras un amigo de la banda enarbolada una bandera de Iñigo Cabacas y luego se llevaban en volandas al bajista Gato o al propio Txarly, que rubricó una noche histórica con las siguientes palabras: “Nos haréis más pobres, pero no más libres”. Que cada cual saque sus conclusiones.

La prensa generalista calificaba al día siguiente lo sucedido en Ipar Haizea como “un acto ilícito”, curiosa manera de definir un concierto que no pretendía alegrarse por la muerte de nadie ni reivindicar nada que no fuera la música en sí misma o reivindicaciones razonables que figurarían en cualquier declaración de derechos humanos. Muy preocupante que en la actualidad todos podamos ser terroristas y se nos trate como tales con ridículos operativos para lavar la imagen de una nefasta gestión de cara a la opinión pública. Menos mal que algunos contrastamos fuentes.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA